Decía Albert Einstein que sólo entendemos aquello que somos capaces de explicar a nuestra abuela. Al igual que la ciencia, también las historias requieren poder ser explicadas, no solo de forma clara, sino también emocional. Las historias deben trascender la diversidad de nuestra audiencia, de su cultura y su generación, sólo así son realmente globales.
La producción de documentales y películas tiene en la financiación uno de los escollos más ásperos.
Coproducir supone seducir a personas lejanas eventualmente a nuestros referentes culturales. Para involucrarlos en nuestro proyecto hemos de poner en valor aspectos universales como la narrativa, la estética, la ideología, el humanismo o las emociones. Sacrificando muchas veces las miradas locales y reduccionistas.
El germen de toda coproducción audiovisual se produce en el pitching. Esta es una ocasión única donde al autor dispone de 3-5 minutos para convencer a una decena de inversores de la pertinencia de sumarse a su aventura. Son minutos determinantes en los que cada palabra, entonación, movimiento o mirada es escrutada con por los interlocutores. La empatía, la claridad, el carisma o la oratoria, son algunas de las claves para conectar con los inversores.
La eficacia del pitching trasciende las capacidades cinematográficas del autor. Si no hay determinación, emoción en el discurso, aplomo en sus respuestas, un tanto de autoconfianza y otro de humildad, la llama no prende. El pitching es una técnica que se aprende a base de práctica. Requiere de una capacidad de escucha ante el feedback y valentía para la redefinición de lo que no funciona de nuestros proyectos.
El pitching no es más que una estrategia que compagina la sugestión y la omisión. En ella se valora la personalidad del autor al tiempo que su flexibilidad ante las demandas de un eventual coproductor. Coproducir es en definitiva, compartir pero también ofrecer una visión personal de la historia que se aborda.
Los inversores buscan ante todo buenas historias; estas deben estar dotadas de una visión personal y autoral que la haga diferente; una puesta en escena que comunique la mirada de su director y que genere emociones.
Existen decenas de mercados y pitchings cada año en que proyectos interesantes no llegan a buen puerto. Buena parte de ellas residen en una puesta en escena ineficaz o un ataque de nervios. Entrenar y pitchear, al menos una vez sin expectativas de conseguir un inversor resulta eficaz para que la siguiente experiencia se viva con el sosiego y la autoconfianza necesaria para ser convincente.