Desde la invención del cine conviven dos concepciones: el cine de entretenimiento y el de autor. Una relación complicada en donde cada modelo reclama más espacio. ¿Qué papel juega el autor en una sociedad marcada por el marketing? ¿Qué futuro les deparan a estas dos opciones y qué papel jugarán las nuevas tecnologías?
«La sencillez y naturalidad son el supremo y último fin de la cultura.»
Friedrich Nietzsche
MÉLIÈS vs LUMIÈRE
En lo que al audiovisual y el cine se refiere, la revolución tecnológica digital plantea dos caminos contrapuestos.
Uno es el camino iniciado por el cineasta primitivo Georges Méliès , es decir, el hacer del cine un juego de ilusión y técnica que ofrecer el espectador. En este grupo se enmarca buena parte de los films made in Hollywood y es, sin duda, la opción dominante en el actual panorama audiovisual. Su producción es cara y laboriosa, interviniendo muchas personas y fragmentándose el trabajo en muchas partes, en donde, como creador, resulta improbable mantener una mirada clara y ética sobre el resultado final.
En el otro polo, encontramos el modo Lumière, seguido por los creadores que creen en la realidad como hoy hacen Michael Haneke, Werner Herzog, los hermanos Dardenne o Nuri Bilge Ceylan: apostando por lo mínimal. Aquí el esfuerzo incide en la búsqueda de la verdad gracias a una estética limpia de aderezo. Las imágenes son evocadoras desde su desnudez y espontaneidad. Estas se presentan a menudo incompletas, siendo restauradas por la sugestión mental de cada espectador.
Al igual que en el Arte, la sucesión constante de estilos más o menos clásicos ha marcado las diferentes etapas de la Historia del Arte. Así, el agotamiento de lo imperante y la necesidad de algo nuevo llevaba a buscar otra vía. Igual hoy, urge plantearse qué deseamos como espectadores, y qué pretendemos generar como creadores.
LA MARCA DEL AUTOR
En mi opinión, las mejores películas europeas; las que más valoramos y que perduran, no son las “potencialmente comerciales”. Son films realizados por “autores” cuya personalidad y audacia han creado “marca”, asegurándoles un público pequeño, pero fiel en sus producciones posteriores. Los cineastas antes mencionados (Haneke, Ceylan, los Dardenne o Herzog) son ejemplos de esta audacia.
Como espectador, más allá del gozo eventual de la experiencia estética busco obras que planteen preguntas y
sugieran puntos de vista. La pirotécnica estilística acaba resultando insustancial. Incluso el espectador menos informado conoce, tras años visionando makings of en televisión, los trucos que se utilizan para concebir las fantasías del cine de entretenimiento. Y si es así, ¿no es este cine-espectáculo igual de insulso que asistir a una función de magia en que sabemos de antemano los trucos?
LA TECNOLOGÍA Y LA SOBRIEDAD
Por mucho que evolucione la tecnología, nuestra capacidad perceptiva visual y auditiva es limitada. Actualmente, la tecnología permite producir sonidos tan sofisticados que su virtud ya no es apreciable por los humanos. Hemos tocado fondo. En lo que a imagen se refiere aun podemos evolucionar algo más, especialmente en el 3D. Sin embargo nos aproximamos a los límites. ¿Y entonces qué?
Al cine que nos confronta a conflictos sociales, morales o humanos le augura un futuro inagotable, pues el alma humana es tan rica en matices que por mucho que excavemos, jamás llegaremos a saciarnos con las preguntas o los conflictos existenciales.
Este cine sobrio, de las personas poco podría aprovechar, en apariencia, de los avances tecnológicos más allá
de ayudar a corregir dificultades de grabación en postproducción. Sin embargo algo hay de extremadamente valioso en esa evolución tecnológica, y es la simplificación y abaratamiento de los dispositivos de grabación y postproducción. Ahora los rodaje pueden ser con equipos pequeños y escuetos de iluminación, fundamental para que un cine sobrio y libre de intereses comerciales siga produciéndose y circulando por las salas y las pantallas de los hogares.